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jueves, 24 de abril de 2014

Niños, Pascua de chocolates, buses y peligro.


Era tarde, una de esas noches que volvía a casa totalmente desanimado, esos momentos en que piensas porque no te quedaste en casa, leyendo uno de los tantos libros que no has terminado o viendo alguna película pirata, comprada en la calle o descargada. 

Estaba sentado en la parte trasera de la micro, el recorrido que me dejaría en mi parada en unos 30 minutos, podían ser unos minutos menos si el conductor fuese un ferviente seguidor de Ayrton Senna, ya  me he encontrado con algunos. 

Además del conductor y el cobrador (digamos, un cobrador humano) viajaban al menos diez pasajeros, como dije al inicio de este escrito, era tarde, minutos cerca de las tres de la mañana. 

El bus se detuvo repentinamente, descienden dos personas por la puerta trasera, al momento que el cierre de las puertas era accionado, subieron súbitamente cinco niños, todos de raza negra, cada uno de ellos con una botella plástica pequeña asegurada contra la boca o nariz, el líquido que contenían estos envases parecía ser agua, algo que podría pensar alguien lleno de ingenuidad.  

Este vehículo, al igual que la mayoría que circulan por la ciudad, cuenta con una barrera que impide el paso de los pasajeros impagos. Sólo el cobrador puede liberar el paso de los pasajeros pagos. 


Cobrador y torniquete. Fuente: http://mascarenhasadvogados7.wordpress.com


Subieron e intentaban permanecer escondidos, evitando ser descubiertos por los trabajadores del transporte. Vestían apenas pantalones cortos, sin zapatos ni sandalias, sucios y delgados. La reacción del resto de los testigos precipitó la mía: temor. Fue mi primera sensación, temor, recordé crudos robos vistos en TV, temor, la lluvia de escenas de violencia en los noticiarios que extrañamente miro. Crímenes, robos, asaltos, pistolas, sangre, muerte, delincuencia, pobres, delincuente, negro, favela, peligro; los medios pregonan. 

La mirada de todos se situaba atrás, en el fondo, en la puerta de salida, el peligro de estos niños de entre 5 y 8 años no deja a nadie calmo, estos monstruos, los pequeños godzillas, amenazaban la seguridad de las personas ahí reunidas. 

El alboroto causado por estos niños, que sin éxito intentaban esconderse de la mirada fiscalizadora de los trabajadores, hombre-conductor y humano-cobrador, fue interrumpido de sopetón:

- ¡Abajo!
- ¡Todos abajo!

Gritó el cobrador, con voz firme y determinada, me preocupo por la reacción que este tendrá si los pequeños embotellados no obedecen, al mismo tiempo por la reacción que ellos tendrán. He visto buses ser apedreados, cuando no se les permite viajar en ellos. 

Permanecen inmóviles frente a los gritos,  perplejos y atemorizados, veo sus reacciones, a pesar de que a algunos las botellas les cubre la mitad de la cara, a pesar de que a otros los paños untados con pegamento les cubren la misma mitad de la cara. Permanecen algunos segundos en la misma posición.

Meninos de rua (Dibujo: Luis Carlos Martins Roteir )
La incomoda expectación se rompe cuando uno de los pasajeros se aproxima hacía donde los niños se esconden. Es un hombre de al menos un metro y ochenta, no pesa menos de 110 kilos. Se acerca con actitud amenazante, lo delata la mirada alterada pero alerta. En este momento, el olor a pegamento, el aroma del tolueno se hace insoportable, estoy a apenas un metro de las botellas a medio llenar del químico. Estoy en el punto medio entre el gigante y David. 

Si, aspiran cola, inhalan neoprén, huelen tolueno, comen cola de sapateiro. Los engendros sin ropa, sin zapatos, buscan olvidar que lo son, el efecto les altera la conciencia, escapar al peso de la realidad, olvidan que son despreciados, escapar del mundo donde el volver a casa es en realidad volver a otra calle. Terminan el día envueltos en cartones, sábanas sucias, los más afortunados aún conservan las donaciones de alguno de los 2 millones de turistas que colapsaron la ciudad durante la visita del nuevo Papa argentino; coloridas mochilas de nailon, sacos de dormir, ropa. 


 Observo la cara de este hombre, continua alterado, la parte alta de su cara está profundamente sudada, el reflejo de la luz en las gotas de agua salada iluminan aún más el espectáculo. Su estomago hinchado no permite que su camisa verde-clara-a-cuadros llegue a cubrir completamente la protuberancia. El cabello descolorado delata que ha pasado los cincuenta, cadena de oro en su cuello negro, también sudado. Aprieta firmemente un objeto en el puño derecho, distingo un objeto rectangular y negro, dos puntas salientes de metal me indican lo que porta, un arma de electrochoque


Continuará...



Link a parte 2 (será publicada autómaticamente el 27/04/2014 a las 20:00) 

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Los comentarios son bienvenidos (ortografía, gramática, temática, etc.) 






4 comentarios:

Unknown dijo...

¿Cómo sigue esto? :O!!!!

Unknown dijo...

To curiosa com o resto..rs

Philippe Delteil dijo...

Paciencia, paciencia :)

Learn Digital Marketing dijo...

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